Conoce un poco
Desde pequeño enfrenté el maltrato físico y emocional, una experiencia que dejó cicatrices profundas pero también encendió en mí una chispa de transformación. En lugar de dejarme vencer, convertí ese dolor en mi motor para construir la persona que soy hoy.
Con años de lucha, autodescubrimiento y el apoyo adecuado, logré superar mis traumas, dejando atrás el rencor y la frustración. Hoy vivo en paz, libre y con un propósito claro: acompañar a otros en su camino hacia la sanación.
Mi misión es ayudarte a reconocer tus heridas, sanarlas y descubrir la fuerza que hay en ti para conseguir tus objetivos.
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de mi historia
Mi Vida...
Mi infancia y adolescencia estuvieron marcadas por maltratos físicos y emocionales, situaciones que me dejaron lleno de traumas y de emociones que no sabía gestionar. Durante muchos años, nunca me sentí querido ni respetado, y viví con la sensación constante de no ser suficiente.
HASTA QUE...
Uno de los primeros recuerdos que tengo de mi madre es un día en el que tenía menos de ocho años. Estaba jugando con una moto de juguete en la mesa del comedor, que apenas me llegaba a la altura de la cabeza. Mis padres estaban en la puerta, listos para salir a algún lugar. Como cualquier niño pequeño, ignoré a mi madre cuando me pidió que dejara de jugar y la acompañara. Entonces, ella vino hacia mí, me regañó y, en un acto impulsivo, me dio un golpe en la cabeza. Mi cara impactó contra la mesa de cristal, provocándome una hemorragia en la nariz.
Mi infancia y adolescencia estuvieron marcadas por maltratos físicos y emocionales. Nunca me sentí querido ni respetado, y viví con la constante sensación de no ser suficiente.
Las pocas memorias felices que tengo siempre van empañadas por algún momento triste que las siguió.
Sentía rabia y una profunda soledad al no encontrar apoyo ni en mi familia ni en mis amigos. Incluso ellos, al ver mis arañazos y moratones, no tomaban en serio lo que estaba viviendo.
A día de hoy, algunos me han pedido perdón, reconociendo que eran demasiado jóvenes para imaginar que una madre pudiera tratar así a su hijo.
Recuerdo claramente cómo, tras ese incidente, me dijo que así aprendería a obedecerla. Ese día marcó profundamente mi infancia y dejó una cicatriz emocional que tardé años en comprender y sanar.
La situación en casa era insostenible. La relación con mi familia estaba tan rota que decidí huir. Esta decisión fue una de las más difíciles de mi vida, pero también la más necesaria.
Sentía que mi vida no tenía sentido, que no pintaba nada en este mundo. Las relaciones que formé solo eran tóxicas y perpetuaban mi papel de víctima. Me culpaba por las infidelidades que sufrí y el maltrato emocional, creyendo que no era suficiente: ni suficientemente maduro, ni exitoso, ni valioso.
Decidí buscar un nuevo propósito uniéndome al ejército. Pasé cinco años sirviendo y durante ese tiempo fui condecorado con tres medallas. Aunque estos reconocimientos no llenaron completamente el vacío emocional que sentía, sí me hicieron valorar mi esfuerzo, mi lealtad y mis valores fundamentales.
Sin embargo, esta etapa también estuvo marcada por momentos oscuros: la muerte de un compañero, el cáncer de mi hermana, y un grave accidente de paracaidismo que me llevó al límite.
Cada mañana me levantaba pensando que la única solución era acabar con mi sufrimiento. Me planteé acabar con todo más de una vez, pero algo dentro de mí se resistía. No quería herir a las pocas personas que me querían, como mi hermana y mi pareja. Además, había una voz en mi interior que me decía: "Mientras puedas respirar, puedes superar cualquier cosa."
La rabia y el resentimiento crecían dentro de mí, pero con el tiempo entendí algo: el problema no era mío. Yo soy una persona leal y de principios, alguien que jamás traicionaría ni manipularía a otros. Esa realización me dio fuerza para cambiar.
Buscando formas de aliviar mi rabia y mi dolor, descubrí algo que cambió mi vida: la sanación a través de la meditación. Empecé a conectar con mi niño interior y aprendí a perdonar.
Entendí que mi madre y las personas que me dañaron lo hicieron desde sus propias heridas y traumas. Perdonar no significó justificar, sino liberarme. Comprendí que no podía cambiar a mi madre, una mujer de otra época, con su propio dolor que nunca pudo sanar. Solo me quedaba darle cariño y tener paciencia.
Hoy soy feliz. Tengo una familia maravillosa, las personas tóxicas ya no afectan mi vida, y mantengo bajo control la relación con mi madre.
Las personas que me rodean han notado mi cambio y, muchas veces, me preguntan cómo lo logré. Esto me ha motivado a dedicar mi vida a ayudar a otros. Quiero mostrarles que, aunque el camino sea oscuro, siempre hay una salida.
Si algo he aprendido, es que mientras podamos respirar, podemos superar cualquier dificultad. No importa cuán profundo sea el pozo, salir de él es posible.
Estoy aquí para guiarte y ayudarte a sanar tu corazón, para que encuentres paz y amor en tu vida. Gracias a este proceso, sané mis propias heridas y dejé atrás la culpa, la rabia y el resentimiento. Me convertí en una persona en paz, capaz de ayudar a otros a encontrar el mismo camino.
¿En que me diferencio?
Esto es lo que me diferencia de mi competencia
Formación de Élite
He recibido formación de International Coaching Federation y liderazgo de equipo
Creo fortalezas en personas que nunca pensaron que fueran capaces de tenerlas
Ayudo a personas a proponerse metas y conseguirlas
Metodología única
Éxito personal
Martin Guía Emocional
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